El mundo desde que es mundo y floreció el ser, ése que tiene
una sensibilidad más allá de los límites conocidos, que padece y disfruta los
sucesos que le rodea, y le hacen ser quien es; desde ese mismo momento
apareció esa pena o sentimiento que se titula bajo la conjugación de la tercera
persona del singular del verbo quejar.
Una idea que está en todos nosotros, incluso en los animales,
aunque ellos no la verbalicen cuando se comete una injusticia. Podemos ver cómo
desde nuestro nacimiento la llevamos a cabo, y se utiliza sin haber aprendido a
formarse como persona dependiente de pensamiento crítico; un recién nacido cuando
tiene hambre, frío, calor o incluso por falta de atención, llora; por lo que el
llanto es una queja para los bebes, sonora, sin lexemas ni morfemas, pero que
llega hasta el alma de quien esté a cargo de esa personita indefensa.
Como bien decía antes, los animales también sienten.¿Quién no ha encontrado a
su mascota ladrando o maullando porque tiene hambre o porque le duele
algo?.
Una vez adquirido el lenguaje, a la única persona a la que
nos quejamos por todo, es a nuestra mamá, la cual, no tiene en su mano todas las
soluciones para combatir nuestro dolor, por lo que ella nos enseña otra
lección; hay que acudir a la fuente, directamente al origen y así, comienzan
todas las quejas a esas señoras y
señores que nos transmiten conocimientos en la escuela.
No pretendo hacer una gran lista con todos los ejemplos por
los que podemos interponer una queja a lo largo de nuestras vidas, por lo que iré
directamente a abordar la cuestión que me ha hecho coger el bolígrafo y ponerme
a escribir.
Hace unas semanas, recebí una carta sin remite ni sello, de color rojo "ira", en la que había unas palabras en el sobre que decían, "Historia de una queja". Dentro apareció un escrito en el cual se presentaba La Queja, ésta, exponía su enfado, porque cada vez que se le nombraba era sepultada inmediatamente. Exponía una serie de situaciones a las que actualmente estamos acostumbrados y por el mismo hecho en sí de esta carta, no decimos nada. Es bien sabido, que estamos pasando por un momento difícil en España y los pocos afortunados que van a trabajar cada mañana, cuando conversan con un ciudadano y éste se interesa por el asalariado , escucha - estoy muy cansado, trabajo muchas horas y mi remuneración es ínfima- nada más terminar esta frase, La Queja que intentaba introducirse en el ser de su receptor , sólo por mera información, fue aplastada en la acera de la calle, donde tenía lugar dicha conversación entre ciudadanos, mientras que el receptor dice -no te quejes que al menos tienes trabajo...-.
Hace unas semanas, recebí una carta sin remite ni sello, de color rojo "ira", en la que había unas palabras en el sobre que decían, "Historia de una queja". Dentro apareció un escrito en el cual se presentaba La Queja, ésta, exponía su enfado, porque cada vez que se le nombraba era sepultada inmediatamente. Exponía una serie de situaciones a las que actualmente estamos acostumbrados y por el mismo hecho en sí de esta carta, no decimos nada. Es bien sabido, que estamos pasando por un momento difícil en España y los pocos afortunados que van a trabajar cada mañana, cuando conversan con un ciudadano y éste se interesa por el asalariado , escucha - estoy muy cansado, trabajo muchas horas y mi remuneración es ínfima- nada más terminar esta frase, La Queja que intentaba introducirse en el ser de su receptor , sólo por mera información, fue aplastada en la acera de la calle, donde tenía lugar dicha conversación entre ciudadanos, mientras que el receptor dice -no te quejes que al menos tienes trabajo...-.
Nuestra sociedad, la gente del pueblo, ya no se compara con
lo mejor, intentando aspirar a escalones más altos, por medio de la queja, sino que
tendemos a conformarnos con lo que hay. Así, me cuenta La Queja , que se
encuentra en una especie de limbo lexicológico, en el cual no sabe si morirá
para siempre, o renacerá y volverá al mundo activo de la conversación.
La carta no termina aquí, continúa dando una serie de
ejemplos como éste, que aparecen en el ámbito educativo, sanitario, burocrático…Y
así, se ha ideado un gran abanico de respuestas, con el fin de demolerla. El
suelo está plagado de quejas aplastadas. Uno se tiene que conformar con lo que
tiene y no hay más que hablar.
La Queja muy cómicamente se despide alegando que no se está "quejando
de vicio", ya que bastante más se quejaron otros y no tuvieron la misma suerte que ella, que se ha quedado sola y olvidada.
Llevo días pensando en esta carta y en la razón que tiene; y
así he vuelto a utilizar el gran lema que escuchamos desde que tenemos uso de
razón, desde que el mundo es mundo. De hecho, lo he colgado de mi balcón para
que todo el mundo, cuando mire hacia arriba buscando un poco de consuelo en el cielo , lo pueda leer.
¡QUIEN NO LLORA NO MAMA!
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