martes, 20 de noviembre de 2012



Y como en un sueño o mejor dicho como una pesadilla, me encontraba todos los días ahí, tumbado, mirándola, adoptando su misma postura. Los dos levemente recostados en el diván, ella leyendo y yo intentando leer sus pensamientos. Su belleza alcanza la perfección estética, por eso al ver su imagen encuadrada en la televisión a través de la cámara que hay en su estancia, me abstraigo, y me da la sensación que estoy contemplando  un cuadro de  uno de los mejores pintores del mundo , pero cuando regreso de ese pensamiento, emito una amplia carcajada sonora e hiperbólica, al saber que esa mujer es mía,  tan mía que la he elaborado yo; con unas pocas dosis de odio, desgracias y conocimientos amplios en medicina y cirugía estética. No sé que me gusta más, si observar como un espectador mi obra o el caer en la cuenta de haberla creado yo.  

Es una pesadilla de la que no puedo despertar, es verdad que empezó siendo un sueño, un sueño basado en el dolor, pero éste a medida que avanzaba se convirtió en algo oscuro, despreciable y horroroso. Cada día sufro para que no se escape y cada día sufro por estar enamorándome poco a poco de esta mujer creada artificialmente, su feminidad es la que yo le he enseñado, su piel, sus senos, su sexo…los hice yo a medida.

Pero cuando la observo sin que ella se percate, aquí tumbado, soy momentáneamente feliz, olvido todo el odio que me llevó a hacer lo que hice, me creo mi realidad, que esa mujer es quien veo y que no es otro ser que habita la piel que he creado yo.

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