Y como en un sueño o mejor dicho como una pesadilla, me
encontraba todos los días ahí, tumbado, mirándola, adoptando su misma postura.
Los dos levemente recostados en el diván, ella leyendo y yo intentando leer sus
pensamientos. Su belleza alcanza la perfección estética, por eso al ver su
imagen encuadrada en la televisión a través de la cámara que hay en su estancia,
me abstraigo, y me da la sensación que estoy contemplando un cuadro de uno de los mejores pintores del mundo , pero cuando
regreso de ese pensamiento, emito una amplia carcajada sonora e hiperbólica, al
saber que esa mujer es mía, tan mía que
la he elaborado yo; con unas pocas dosis de odio, desgracias y conocimientos
amplios en medicina y cirugía estética. No sé que me gusta más, si observar
como un espectador mi obra o el caer en la cuenta de haberla creado yo.
Es una pesadilla de la que no puedo despertar, es verdad que
empezó siendo un sueño, un sueño basado en el dolor, pero éste a medida que
avanzaba se convirtió en algo oscuro, despreciable y horroroso. Cada día sufro
para que no se escape y cada día sufro por estar enamorándome poco a poco de
esta mujer creada artificialmente, su feminidad es la que yo le he enseñado, su
piel, sus senos, su sexo…los hice yo a medida.
Pero cuando la observo sin que ella se percate, aquí
tumbado, soy momentáneamente feliz, olvido todo el odio que me llevó a hacer lo
que hice, me creo mi realidad, que esa mujer es quien veo y que no es otro ser
que habita la piel que he creado yo.
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